Dos mensajes divulgados este martes en Twitter por el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, reflejan la tensión que vive la isla tras las inéditas protestas del domingo. El primero dice: “La revolución cubana no va a poner la otra mejilla a quienes la atacan en espacios virtuales y reales.
Evitaremos la violencia revolucionaria, pero reprimiremos la violencia contrarrevolucionaria.
Quien ataca a los agentes del orden, ataca al país”. En el segundo afirma: “La contrarrevolución sueña con una guerra entre cubanos”, y añade: “No vamos a darles el gusto”.
En horas de la tarde, las autoridades dieron a conocer que el lunes se produjeron nuevas protestas y disturbios en el barrio habanero de Arroyo de Naranjo durante los cuales ocurrió un enfrentamiento entre policías y manifestantes, en el que resultó muerto un hombre de 36 años llamado Diubis Laurencio Tejeda.
Según la versión de la agencia oficial ACN, hubo varios lesionados y detenidos cuando el grupo trató de dirigirse a una estación de la policía “con el objetivo de agredir a sus efectivos y dañar la instalación”. No se precisa cómo ocurrió la muerte.
Aunque las calles de la capital y de las principales ciudades del país amanecieron este martes de nuevo en calma —aunque con un fuerte despliegue policial—, las manifestaciones que el 11 de julio sacudieron diferentes ciudades y pueblos del país se han instalado ya en el imaginario colectivo, hasta el punto de marcar un antes y un después. Desde el lunes, tras el llamamiento del Gobierno, numerosos grupos de afines han tomado parques y espacios públicos para escenificar su adhesión a la revolución.
En el Capitolio Nacional, junto al parque de la fraternidad, donde el domingo se registraron los disturbios más importantes, se reunió más de un centenar de personas al grito de “¡Viva Fidel!”, a modo de desagravio por lo sucedido la víspera. Según la versión de ACN, en Arroyo de Naranjo “grupos organizados de elementos antisociales y delincuenciales” alteraron el orden, quemaron contenedores, “vandalizaron viviendas” y “agredieron con armas blancas, piedras y objetos contundentes a los agentes y civiles en el lugar”.
En los incidentes varias personas resultaron lesionadas, “incluyendo agentes de la autoridad”, y fueron detenidos varios manifestantes. Tras los disturbios, salieron grupos de leales armados con palos y bates, como sucedió durante el Maleconazo, la protesta ocurrida el 5 de agosto de 1994 que desembocó en la crisis de los balseros.